Era el principal espectador de como su palmera había crecido en
todos estos años, era esa la razón para no dejar su casa; esa
planta lo era todo, lo había visto crecer, caer, reír y llorar.
Estaba sentado allí desde hacía dos horas y nunca se había sentido
tan pequeño, era como una mosca en la larga vida de esa hermosura,
él sabía que se iría de esta vida pero que sin embargo esa palmera
seguiría.
¿Saben lo lindo que es poder tener un portarretrato viviente?
Despertarse y ver lo más lindo para uno mismo ahí, en tiempo real,
al alcance del tacto. Él si lo sabía, pues la tenía ahí:

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